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sábado, 19 de febrero de 2011

Llamada de atención a una nebulosa tarde-noche en estado Ebrio.

¿Y cómo convencer de mi grandeza a los que vieron mi caída?

Quiero parir revoluciones y vomitar arcoíris negros. No fui yo el que vivió extraordinarias vidas, más bien fui aquel insulso abstinente que un día probó el éter y se emborrachó al hacerlo.

No, esto no ha hecho más que empezar; y me resulta totalmente evidente y claro que la agonía en vida de tener que aguantar una existencia soportable, no es ni mucho menos el modelo a seguir. Es demasiado difícil (y a la vez completamente fácil, expertos los que ya somos) para la naturaleza humana ya consciente de su propia libertad (horrible nombre, por cierto). Y no es ya humo solo. Tiene garras y reza.

Creo que es el momento del salto cualitativo. Tal como hizo Copérnico con la exasperante humanidad en su momento de mayor locura. Ahora toca pasar a la acción. Ahora toca vivir y derramar y exprimir hasta la última gota; Dis-putas, Virtud, Sangre, Poesía, Odios, Amor (tétrica palabra de connotaciones rosadas), Música, Arte, Besos, Licores, y sin duda las dos Damas Verdes también vendrán. Pero sobre todo Belleza, Belleza, Belleza… Es lo más importante, lo único. Hasta la última gota, ¡hasta la última!

Los vómitos también son importantes; no hay que restarles grandeza, ni a los Inútiles que se arrastran en el Plástico, ni a los Iluminados que caminan por el Cuero… ¿Por qué no caminan bajo el Sol y sus horrores? Ellos no lo hacen y por eso no merecen la pena, pero bien es cierto que en el fondo tendrán su importancia. Su destino me es desconocido todavía. Es así de tempestuoso y sombrío.

Solo queda vivir. Solo eso…
Un temor se me plantea de pronto: ¿Servirá de algo?; y otro más sucio y negro, pasea ante mí su oscura sombra:

¿Cómo convencer de mi grandeza a los que ya vieron mi caída?
…….

Eso sí, sé (reconfortante locura) que detrás de todo esto están las grandiosas figuras en blanco y negro de los inmortales y anteriores Malditos que ya probaron la ambrosía. Sé que desde las sombras me observan, por ahora escépticos ante la falta de pruebas; porque como ya dije enmudecido: No fui yo el que vivió extraordinarias vidas, ni caminé bajo las palmeras del Hadhramaut, ni vi los horrores encallados en las pardas bahías. No conozco a Leviathan, ni conversé con el Viejo de la Montaña… Ni siquiera soy el Ebrio. No soy más que un simple borracho del Éter. Me limité a probarlo y a comprobar que el sabor de la libertad (patético y vacío nombre color verde mentolado), merecería la pena si se dieran ciertas condiciones salino-hormonales, o si se produjese algún renombrado hecho repantacámbrico, que ahora mismo solo se da en las salas ajedrezadas victorianas del s. IXX (que no existe; como la sangre azul de monarcas egipcios radicados en marcianas hendiduras).

Y no; ellos, los inmortales de las viejas fotos, no quieren eso; no quieren simples borrachos: quieren Alcohólicos despedazados.

Mi más sincera promesa viene ahora al haber aprendido la importancia de no hacer nada de día, y la de la intentona de todos aquellos empapados poetas muertos que deliraron y que ahora intentan gritar y desvariar a través de mis labios sangrientos. Fértiles. Ahora lo sé.

Intentaré permitírselo, lo juro. Es mi hora y solo me resta Vivir. Incluso aún cuando ya esté muerto en vida.
Me parta un rayo.